sábado, 29 de marzo de 2014

Ve(n)te

Ven, lejos de aquí,
tan cerca que no pueda ver tu perfil.
Vete, cerca de mí,
tan lejos que pueda ver tu raíz.
Ven, huye de aquí,
corre si puedes y métete en mí.
No, dime que sí,
que quiero verte llena de mí.

Vete, acércate;
aléjate un poco más cerca,
olvídame y vente para acá,
que no quiero verte nunca más
lejos de mí.

Álex O'Dogherty

martes, 11 de marzo de 2014

Road trippin'

Último vistazo a la maleta: ropa de repuesto, crema, cepillo de dientes... Y la entrada del festival. Vale, lo básico está, así que cierro la puerta y voy hacia el coche. Comienzo a conducir y voy recogiendo uno a uno a mis acompañantes de esta aventura, mientras la luna empieza a aparecer por el horizonte. Curvas, rectas, más curvas, más rectas, "mira ese coche, lo mismo también van para allá", "cambia esa canción que ya ha salido dos veces", primer ronquido de uno de los que va sentado atrás, primer chiste malo de los míos (bueno, ya llevaré unos cuantos)...

Primera parada para estirar piernas y primer cambio de turno: ahora me toca sentarme a disfrutar de las vistas. Miro a los que están a mi lado y veo que ambos cabecean al son de las curvas, mientras las canciones se suceden en la noche a la par de las estrellas. La luna nos ilumina el camino, desierto a estas horas de la noche, y nosotros seguimos avanzando y recortando distancia hasta nuestro destino. Según el GPS, faltan unas 6 horas para llegar, unos tres cambios más de conductor, por lo que me entrego al sueño para coger fuerzas.

Al abrir los ojos, veo que ya hemos hecho dos relevos y seguimos en ruta. La luna ya se quedó atrás, y es ahora el sol el que parece asomarse por el este. "Valladolid-Burgos", indicaba un cartel; perfecto, ya queda menos y va todo bien. A mi lado también han hecho relevo de cabeceadores, y en la siguiente parada me toca retomar el volante, así que me enderezo y me intento espabilar a base de charla. Pasado Valladolid, paramos de nuevo y me coloco en el asiento del conductor, a falta de dos horas para finalizar la ruta.

Por fin, ante nosotros, el cartel "Bilbao-San Sebastián". Ya falta poquísimo, apenas media hora. A medida que nos vamos acercando, el sol va ganando altura sobre las casas que empiezan a aparecer al este. Poco a poco empiezan a despertarse los dormilones de la parte de atrás, y cuando ven dónde estamos, el coche entero entra en estado de éxtasis: Bilbao BBK Live, ya estamos aquí.

Ay, carnaval...

Mi primer recuerdo de disfrute carnavalero se remonta al año 1999, sentado en la parte de atrás de un Seat Toledo gris, del cual soy ahora propietario, escuchando con atención la cinta de cassette que mis padres ponían en cada viaje de Cádiz a Villamartín y viceversa. Esa cinta contenía la actuación de la chirigota ganadora del Falla de aquel año: Los Yesterday. Yo, aún inocente pero adicto a la música, me recreaba con lo bien que sonaban aquellas "canciones", con sus punteados, sus rimas, y mientras las escuchaba, leía las letras en el libreto intentando memorizarlas para cantarlas sin leer; me gustaban tanto que hasta le pedí a mi madre que me hiciera un disfraz de hippie para la fiesta de disfraces de mi colegio, para ir como aquellos hippies de Juan Carlos Aragón que tan fuerte pegaron aquel año.

Aunque, según mi madre, este no fue mi primer contacto con el carnaval: por lo visto, con sólo dos años, le pedía a mis padres que me pusieran el VHS de la actuación de El que la lleva la entiende, más conocida como Los Borrachos. Ella, cada vez que me lo recuerda, cuenta que al final del popurrí, cuando se quitaban la ropa, yo me hartaba de reír y me quitaba la ropa yo también.

La cinta de los Yesterday se alternaba con otra que sólo tenía cuplés y pasodobles hablando del Cádiz, y esa cinta me la llegué a aprender de principio a fin de tanto escucharla... desde el mítico "Me han dicho que el amarillo" de La familia Pepperoni hasta la presentación de Los bordes del área; me llevé aquel año entero cantando carnaval.

En los años siguientes, ya en Cádiz, esta afición creció: en el recreo, cantaba carnaval; al salir del colegio, cantaba carnaval; en casa de mis amigos cantábamos carnaval... Hasta que entré en el instituto: en 1º de ESO aprendí a tocar la guitarra, y desde entonces canto y toco carnaval. Y así han trascurrido los años: llegas a enero cantando lo del año pasado, y sales de febrero cantando lo del año pasado y lo de este, y así sucesivamente. Tengo muchos recuerdos de esos años de instituto: sábados de carnaval viendo el pregón, noches con la radio debajo de la almohada escuchando el concurso...

Y un día descubrí algo que me cambió mi percepción de carnaval: la calle. El carnaval en la calle era otro mundo completamente distinto al que conocía; la gente se ponía a cantar en grupitos, disfrazados o no, con guitarra o sin ella, con la única finalidad de pasarlo bien, reírse, y hacer reír. Desde ese momento, me he enganchado aún más al carnaval, pero en su versión más callejera, canalla y desvergonzada. Y así han ido pasando los años y los carnavales, febrero tras febrero, ilegales tras ilegales, romancero tras romancero; siempre rodeado de amigos con los que echar unas risas y buscar una última ilegal antes de irnos a dormir.

Aunque eso de "ya no es carnaval" para mí no tiene mucho sentido porque carnaval es cualquier día del año en el que alguien marca un 3x4 con los nudillos en una barandilla, canta un estribillo mítico o simplemente se junta con sus amigos para tocar la guitarra un rato y acaban cantando un pasodoble dedicado a la pelusa del ombligo, creo que después de una semana viviendo el carnaval del bueno, del que me llegó hasta dentro, del que se hace en y para la calle, puedo permitirme el lujo de decir que ha sido la mejor semana de carnaval de mi vida. Amigos, calle, chirigotas, moscatel, cerveza, disfraces, romanceros, paseos, lugares (Caleta, escaleras de Capuchinos, Corralón, la Palma, Macías Rete...), más chirigotas, guitarras, debut con la chirigota de un gran gran gran amigo mío (después de años pidiéndome que saliera con ellos), rimas improvisadas, salchipapas, "el rock de mis amigos", más moscatel, más chirigotas, "Hufflepuff es mejor que Slytherin", risas, más risas... Sin duda, esta ha sido la mejor semana de carnaval de mi vida.

"Bueno po ya he terminao... Voy a fumarme un sigarro".