lunes, 24 de febrero de 2014

Irremplazable

Aparentemente cada cosa tiene su sustituto. Sustitución que se sucede indefinidamente. Yo creo que nada se reemplaza.

Alejandra Pizarnik, Diarios.

sábado, 8 de febrero de 2014

¿Qué de bueno hay en medio de estas cosas?

Que tú estás aquí; que existe la vida y la identidad, que prosigue el poderoso drama y que tú puedes contribuir con un verso...

jueves, 6 de febrero de 2014

Lo correcto y lo fácil

A lo largo de nuestras vidas, se nos presentan muchísimas situaciones (más de las que creemos o de las que nos damos cuenta) en las que tenemos que tomar decisiones, encrucijadas en las que hay varios caminos posibles, cada uno con sus consecuencias, sus pros y sus contras. Y de entre todos estos caminos, hay dos que destacan por encima de los demás: el camino fácil, ese que tomas sin quebraderos de cabeza y que te asegura estabilidad exterior y que las cosas no van a afectarte mucho, y el camino de lo correcto, el cual te atormenta durante noches y días y se te hace un mundo antes de ser tomado, pero que sabes que cuando lo tomes vas a sentirte en paz y armonía contigo mismo, aún sabiendo que los demás puede que no lo aprueben.

Y ya sabemos cómo castiga la sociedad de hoy en día a aquellos que disfrutamos de paz interior, despojados de falsas morales de mierda y estúpidos convencionalismos. “No puedes no ser un sumiso, la culpa y los remordimientos deben formar parte de tu vida”. Y un carajo metido en un termo. Sentirse bien con uno mismo debería ser inherente al ser humano, aunque tristemente hoy en día abundan las personas que buscan la pena y la compasión ante los demás: lo fácil. ¡Qué cómodo es quedarse en el sofá llorando esperando que las cosas vengan solas, que los demás se muevan por y para ti! Y más cómodo aún es dedicarse a señalar y juzgar a los demás desde tu burbuja, sin preocuparte en mirarte a ti mismo. ¡Qué fácil es criticar los defectos de los demás, sus actos y sus decisiones! Aquí, en el camino de lo fácil, abunda la envidia, la frustración, los celos, la inseguridad, la agresividad… todos ellos disfrazados de enunciados aparentemente inofensivos para uno mismo, pero que en realidad son más hirientes para el emisor de dichos juicios que para los receptores.

Todo ello es mucho más sencillo que, por ejemplo, buscar tus puntos débiles y tus defectos. Y ya si hablamos de reconocerlos, ni te cuento. Y bueno, si de lo que se trata es de corregirlos, apaga y vámonos. Y todo esto se puede llevar a las relaciones con los demás: actuar según tus principios, sean cuales sean, debería ser lo más loable del mundo. Ser capaz de tomar en cada momento la decisión que más se ajuste a tu forma de ser, es una cualidad que desgraciadamente escasea hoy en día (y supongo que siempre lo ha hecho y lo seguirá haciendo), y gran parte de la culpa la tienen las personas del párrafo anterior, que se dedican a boicotear todo intento de emancipación emocional frente a las ataduras morales de esta sociedad enfangada hasta el cuello. Pero a pesar de ello, hay personas que siguen (seguimos) luchando contra viento y marea para continuar siendo fieles a nuestros principios y valores. Sabemos que siempre va a haber gente que, hagamos lo que hagamos, se dedique a juzgar nuestras acciones desde cómodos sillones, yendo sus réplicas desde la reprobación hasta el insulto. Lo fácil sería rendirse ante estas situaciones; lo correcto, seguir adelante. Será duro, sí, pero en cada paso que des, la satisfacción te la llevarás tú y no te la quitará nadie.


Desde aquí quiero animar a todos aquellos y aquellas que día a día vivís siguiendo vuestros principios, con coherencia, respeto, solidaridad, y a pesar de haber elegido el camino “menos fácil”, seguís con la sonrisa en la cara. Al principio cuesta, lo sé, pero en cuanto te pones manos a la obra la sonrisa se dibuja sola. Porque llorar es lo fácil. ¿Te apuntas a sonreír?

sábado, 1 de febrero de 2014

Personas que son más que personas

El primer día de clase con él, flipé. Rompió todos los esquemas mentales que tenía por aquel entonces, tanto en forma como en contenido, al instante de empezar a hablar. Y lo siguió haciendo día tras día, clase tras clase.

Aprendí mucho con él, y de él. Y aprendí hasta física. Pero sobre todo, me enseñó a aprender: si estás seguro de algo, si lo sabes de verdad, nada ni nadie puede hacerte dudar sobre ello, y si lo consigue, es que aún no lo tienes tan interiorizado como creías. Me enseñó que las cosas no son blanco o negro; bueno, sí, pueden serlo, pero "depende del sistema de referencia", repetía una y otra vez, entre risas. En su momento ya era consciente de la importancia de esa frase, pero no pensé que fuera a calarme tan hondo.

Ahora, 7 años después de aquel 4º de ESO, sigo echando la vista atrás para volver a sentarme en aquella clase, su clase, y seguir empapándome de cada ejemplo, de cada palabra, de su forma de vivir y explicar una asignatura, y cada día que pasa, valoro más y más todo lo que viví en aquel curso, todo lo que hizo con, por y para nosotros.

A veces es muy difícil ir en sentido contrario al resto de personas y docentes, dentro o fuera de la escuela. Y más aún cuando vivimos en la sociedad del borreguismo, de papagayos disfrazados de alumnos cuya única misión escolar es vomitar lo escuchado en clase, en parte propiciado por sus (poco/nada preparados) profesores. Es muy difícil decirle a un niño que piense por sí mismo, que sea crítico, y más difícil aún es conseguirlo. Pero tienes que saber que si lo consigues, habrás logrado que al menos a uno de todos esos estudiantes se le encienda su bombillita, se le ilumine la cara, y te agradezca casi sin necesidad de palabras el esfuerzo que acabas de hacer y el haberlo ayudado a saltar a otra dimensión del saber. Y ésto lo hacía él aparentemente sin esfuerzo, y digo "aparentemente" porque sé que en el fondo sí que le suponía un esfuerzo; pero sé que la ilusión y las ganas de enseñar (enseñar de verdad, no enseñar de repetir de forma sistemática un enunciado a modo de dogma) que tenía (y tiene) superaban con creces al desgaste que supone tamaña labor.

Y hoy no es que esté nostálgico, ni tampoco estoy diciendo nada que no le haya dicho antes; simplemente quiero recordárselo: quiero recordarle que fue muy importante en mi "salto" de ver las cosas, fue el culpable de que tanto en sus exámenes como en los exámenes posteriores yo fuese el único que ponía "negativo para la derecha, y positivo para abajo", y quiero hacerle saber que valoro mucho mucho mucho lo que hizo, y se lo agradezco. Fue un orgullo tenerlo como profesor, y posteriormente como amigo (espero que pronto seamos colegas de profesión). Porque motivó mi lado de docente que por aquel entonces dormía plácidamente, y despertó mis ganas de enseñar y transmitir conocimiento (no solo qué se transmite, sino cómo se transmite). Porque cada vez que digo o escucho "depende del punto de referencia", me acuerdo de él. Porque cada vez que le digo a mis alumnos que piensen por sí mismos, me acuerdo de él. Porque cada vez que entro en una habitación para dar clases, me acuerdo de él. Porque lo tengo como referente de profesor y persona.

Gracias, Manolo Bonat.

PD: "La gravedad siempre es negativa porque va hacia abajo".