A lo largo de nuestras vidas, se
nos presentan muchísimas situaciones (más de las que creemos o de las que nos
damos cuenta) en las que tenemos que tomar decisiones, encrucijadas en las que
hay varios caminos posibles, cada uno con sus consecuencias, sus pros y sus
contras. Y de entre todos estos caminos, hay dos que destacan por encima de los
demás: el camino fácil, ese que tomas sin quebraderos de cabeza y que te
asegura estabilidad exterior y que las cosas no van a afectarte mucho, y el
camino de lo correcto, el cual te atormenta durante noches y días y se te hace un mundo antes de ser tomado, pero que sabes que cuando lo tomes vas a sentirte en
paz y armonía contigo mismo, aún sabiendo que los demás puede que no lo
aprueben.
Y ya sabemos cómo castiga la
sociedad de hoy en día a aquellos que disfrutamos de paz interior, despojados
de falsas morales de mierda y estúpidos convencionalismos. “No puedes no ser un
sumiso, la culpa y los remordimientos deben formar parte de tu vida”. Y un carajo
metido en un termo. Sentirse bien con uno mismo debería ser inherente al ser
humano, aunque tristemente hoy en día abundan las personas que buscan la pena y
la compasión ante los demás: lo fácil. ¡Qué cómodo es quedarse en el sofá
llorando esperando que las cosas vengan solas, que los demás se muevan por y
para ti! Y más cómodo aún es dedicarse a señalar y juzgar a los demás desde tu
burbuja, sin preocuparte en mirarte a ti mismo. ¡Qué fácil es criticar los
defectos de los demás, sus actos y sus decisiones! Aquí, en el camino de lo
fácil, abunda la envidia, la frustración, los celos, la inseguridad, la
agresividad… todos ellos disfrazados de enunciados aparentemente inofensivos para
uno mismo, pero que en realidad son más hirientes para el emisor de dichos
juicios que para los receptores.
Todo ello es mucho más sencillo
que, por ejemplo, buscar tus puntos débiles y tus defectos. Y ya si hablamos de
reconocerlos, ni te cuento. Y bueno, si de lo que se trata es de corregirlos,
apaga y vámonos. Y todo esto se puede llevar a las relaciones con los demás:
actuar según tus principios, sean cuales sean, debería ser lo más loable del
mundo. Ser capaz de tomar en cada momento la decisión que más se ajuste a tu
forma de ser, es una cualidad que desgraciadamente escasea hoy en día (y
supongo que siempre lo ha hecho y lo seguirá haciendo), y gran parte de la
culpa la tienen las personas del párrafo anterior, que se dedican a boicotear
todo intento de emancipación emocional frente a las ataduras morales de esta sociedad
enfangada hasta el cuello. Pero a pesar de ello, hay personas que siguen
(seguimos) luchando contra viento y marea para continuar siendo fieles a
nuestros principios y valores. Sabemos que siempre va a haber gente que,
hagamos lo que hagamos, se dedique a juzgar nuestras acciones desde cómodos
sillones, yendo sus réplicas desde la reprobación hasta el insulto. Lo fácil
sería rendirse ante estas situaciones; lo correcto, seguir adelante. Será duro,
sí, pero en cada paso que des, la satisfacción te la llevarás tú y no te la
quitará nadie.
Desde aquí quiero animar a todos
aquellos y aquellas que día a día vivís siguiendo vuestros principios, con
coherencia, respeto, solidaridad, y a pesar de haber elegido el camino “menos
fácil”, seguís con la sonrisa en la cara. Al principio cuesta, lo sé, pero en
cuanto te pones manos a la obra la sonrisa se dibuja sola. Porque llorar es lo
fácil. ¿Te apuntas a sonreír?
Tío, no sabía que tuvieras una vena tan profunda (piensa mal, te lo he puesto fácil xD).
ResponderEliminarYo mismo escribí algo parecido. Estoy en el móvil, así que es un coñazo buscarlo, pero si te interesa busca en mi blog un post sobre el destino. Igual te gusta y todo, oye.
Suerte con los exámenes madafacka!