Hoy es un día triste para mí. Tras un infortunio, mi guitarra cayó al suelo y se rompió. Así, sin más.
Y digo "mi guitarra" porque sería injusto que dijera "una de mis guitarras"; no es una más: es la segunda que más tiempo lleva conmigo, pero es la que más me conoce. Once años aguantando mis días buenos y mis días malos, mis cabreos, mis incursiones musicales a altas horas de la noche, mis inspiraciones surrealistas, mis escapadas a la playa, mis experimentos... Once años de viajes, de risas, de lágrimas, de fiestas... Once años de carnaval, de rock, de country, de reggea...
Recuerdo el día que me la dieron: una monitora de mi instituto me dijo que no tenía espacio en su casa para guardarla, y que por tanto iba a tirarla. Y yo, que por aquel entonces estaba empezando a tocar la guitarra y me encantaba el sonido de las acústicas, le dije que en lugar de tirarla que me la diera a mí... y así hizo: al día siguiente vino con su guitarra sin funda para dármela. Desde ese día, su sonido me engatusó, y con el tiempo bien es cierto que fui ampliando la familia de cordófonos, pero si tenía que tocar alguna por su característico sonido, era ella, la única a la que no le había puesto nombre. Y daba igual el estilo de música que quisiera tocar, porque se adaptaba a cada situación, a cada estilo...
Con ella he creado música, he transmitido emociones, me he desahogado, he celebrado cientos de cosas, he vivido momentos inolvidables... Por eso cuando la saqué de la funda tras el incidente y vi el clavijero de madera rajado completamente, noté como si un puñal se me clavara en el estómago, y las lágrimas me invadieron; en ese momento supe que aquello era el fin de una bonita historia musical. Tendré que deshacerme del instinto de echarle mano cuando quiero sacar una canción por primera vez, o cuando voy a la playa con mis amigos y hace falta una guitarra, o cuando quiera relajarme y disfrutar de su sonido.
Hoy se ha ido un pedazo material de mí mismo, aunque la música que me ha dado seguirá siendo parte de mí, de quien soy. Pero nunca imaginé que desencordar una guitarra por última vez fuese tan triste y doloroso...
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